sábado, 20 de septiembre de 2014

jueves, 18 de septiembre de 2014

I ENFOQUE PSICOANALÍTICO.


TEORÍA PSICOANALÍTICA CLÁSICA DE SIGMUND FREUD (1856-1939)
            El teórico de la personalidad más famoso que el mundo ha conocido, Freud, revolucionó la manera de entender el desarrollo de la personalidad. Muchos de los términos que él acuñó han entrado en el vocabulario común; así, la mayoría de nosotros hemos oído palabras como id (ello), ego (yo) super ego (super yo), personalidad oral y anal, libido, envidia del pene, complejo de Edipo, inconsciente y muchos otros. Echaremos una mirada a lo que estos y otros términos significan en el contexto de la teoría freudiana.

Historia de la teoría freudiana. Nacido en 1856 en Moravia. Imperio austríaco (actualmente República Checa) y fallecido en1939 en Londres, Inglaterra. Fue un médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX.
La vida de Freud, por tanto,  se extendió a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y gran parte de la primera mitad del XX, y legó un cambio permanente en la manera de atender algunos conceptos básicos de la personalidad humana. En algunos aspectos presentó una visión totalmente nueva de la mente humana, mientras que en otros fue un producto de su propia educación y de la era victoriana en la que vivió. Freud empezó su carrera en Viena, donde vivió durante casi ochenta años. Su interés científico inicial como investigador se centró en el campo de la neurología, investigó los efectos de la cocaína sobre el sistema nervioso. derivando progresivamente sus investigaciones hacia la vertiente psicología de las afecciones mentales, de la que daría cuenta en su práctica privada. Médico privado, se interesó en el tratamiento de los trastornos nerviosos, en concreto de la neurosis. Estudió en París con el neurólogo francés Jean-Martín Charcot las aplicaciones de la hipnosis en el tratamiento de la histeria. De vuelta en Viena y en colaboración con Joseph Breuer desarrolló el método catártico. Primero probó la hipnosis, pero como obtuvo poco éxito con ella. Continuado en la búsqueda de un mejor camino para ayudar a sus pacientes, creyó finalmente encontrarlo en "la cura por la palabra" que había aprendido del doctor Joseph Breuer, a través de la cual los pacientes eran capaces de deshacerse de sus síntomas hablando de sus experiencias y problemas. Paulatinamente, reemplazó tanto la sugestión hipnótica como el método catártico por la asociación libre y la interpretación de los sueños. De igual modo, la búsqueda inicial centrada en la rememoración de los traumas psicógenos como productores de síntomas, fue abriendo paso al desarrollo de una teoría etiológica de las neurosis más diferenciada. Todo esto se convirtió en el punto de partida del psicoanálisis, al que se dedicó ininterrumpidamente el resto de su vida. Freud desarrolló esta técnica dentro de que hoy conocemos como psicoanálisis.
            A medida que Freud escuchaba a sus pacientes -la mayoría mujeres de mediana edad y de clase media alta vienesa-, que le hablaban de sus problemas y le daban cuenta de muchas de sus experiencias, empezó a ver emerger del discurso vías significativas, como la influencia para toda la vida de las experiencias de la primera infancia, la existencia e importancia de la sexualidad infantil, el significado del contenido de los sueños, cómo nuestras vidas son gobernadas por elementos fuertemente enraizados y de los cuales no somos conscientes. Basándose en estas y otras conclusiones, formuló sus teorías, ilustrando a veces sus puntos de vista con la descripción de casos clínicos.

Estructura de la personalidad. El id, el ego y el super ego son las tres diferentes estructuras de la personalidad; cada una de ellas cumple una función diferente y se desarrolla en distinta época (Freud, 1932). Estos tres componentes no están, por supuesto, físicamente presentes en el cerebro, pero son fuerzas cuya existencia asume Freud basándose en sus observaciones de la conducta de los individuos y de la expresión de sus pensamientos y sentimientos.
            El id (ello en castellano) está presente ya al nacer. Está constituido por necesidades tan básicas como el hambre, la sed y la sexualidad, a las cuales Freud llamó instintos de vida, alimentados por una forma de energía llamada libido. El instinto de vida es denominado eros, que es también el nombre del dios griego del amor. El id contiene asimismo el instinto de muerte (llamado thanatos), responsable de la agresividad y la destrucción. El id demanda la gratificación inmediata. Opera mediante el principio de placer, el cual persigue la inmediata gratificación de los instintos. El bebé hambriento llora para ser alimentado; no le importa si su madre está profundamente dormida o si su padre se está ocupando de su hermana mayor; para el bebé, su necesidad es primordial y no parará en sus demandas hasta que no estén saciadas.
            Para Freud estos instintos de vida y muerte son la base de todo comportamiento humano a lo largo de toda la vida. Cada instinto consta de una necesidad corporal (en el hambre, la necesidad es el déficit nutritivo) y un deseo psicológico (deseo de comida). La necesidad da lugar al deseo, y el deseo dirige la conducta.
            No siempre satisfacemos los instintos directamente; a veces usamos objetos substitutivos; este proceso es conocido como desplazamiento. Es lo que ocurre cuando reprime el deseo de gritar a su jefe, y entonces va a casa y grita al primer miembro de la familia que tiene la mala suerte de tropezar con usted. Cuando un desplazamiento produce un logro social valioso, se denomina sublimación. Así, un bebé hambriento succionará un chupete cuando el pecho no esté a su disposición, un niño, a quien han dicho que no se masturbe, jugará con piezas de arquitectura, y Leonardo da Vinci pintará "madonnas", cuando lo que realmente quería era sentirse cerca de su propia madre, de la cual había sido separado en su infancia.
            El ego (yo, en castellano) se desarrolla poco después del nacimiento, cuando el niño se da cuenta de que no todo lo que quiera lo obtendrá automáticamente y que tendrá que buscar la manera de conseguirlo. Opera mediante el principio de realidad, por el cual una persona idea un plan y entonces lleva a cabo algún tipo de acción para ensayar ese plan y ver si está en el camino correcto. Este proceso es conocido como la prueba de la realidad. Así, el bebé gobernado por su ello llora en la cuna hasta que es alimentado; el pequeño que gatea y está hambriento, guiado por su yo consigue llegar a la caja de galletas. El ello (irracional e inconsciente) siente y expresa irracionalmente la emoción; el yo (racional y consciente) piensa y actúa según el análisis de la situación. El yo trata de encontrar una manera de gratificar al ello, mientras sigue considerando la realidad.
            El super ego (super yo, en castellano), la última parte que se desarrolla de la personalidad, aparece en la infancia. Opera mediante lo que podíamos llamar principio de perfección. Representa los valores que los padres y otros componentes de la sociedad comunican al niño como ideales. El super yo procura que el niño interiorice los conceptos de bueno y malo para que pueda así controlar su propia conducta de acuerdo a su propio criterio sobre si una situación es buena o mala. El super ego está formado por el yo ideal (el "deber" por el cual de nos aprueba, al cual aspiramos y del cual nos sentimos orgullosos), y la conciencia ("lo que no debemos hacer", aquello por lo que somos castigados y por lo que nos castigamos nosotros mismos a través del sentimiento de culpa).
            El super ego es el amo moral del alma, el agente que trata de prevenir que el ello actúe según sus impulsos, especialmente los sexuales y agresivos. Intenta distraer al yo de su orientación realista y conducirlo hacia una orientación moralista. El super ego está en oposición tanto del id como del ego, ya que es irracional como el id, pero controlador como el ego. Es el verdadero aguafiestas: "Al contrario que el ego, el super ego no pospone meramente la gratificación instintiva, sino que trata de bloquearla permanentemente"(Hall y Lindzey, 1978, pág. 40). Si el super ego consigue demasiado éxito en sus demandas, produce como resultado una personalidad rígida e inhibida. Si fracasa totalmente surgirá en nosotros una personalidad antisocial.

Mecanismos de defensa del ego. Idealmente, las tres caras de la psique, el id, el ego y el super ego, se hallan en estado de equilibrio unas con otras. Su interacción es dinámica y las energías que entran en juego producen un feliz balance que capacita a una persona a retener la espontaneidad del ello, la moral del super yo y la racionalidad del yo. Sin embargo, cuando estas fuerzas están desequilibradas, surge la ansiedad en el individuo. Para aliviar la presión, el yo a menudo pone en marcha una o más defensas. Todos estos mecanismos de defensa distorsionan la realidad para que el individuo pueda relacionarse con ella más fácilmente. Aun más, son inconscientes, por lo que la persona no se da cuenta de que ha tenido lugar una distorsión y está completamente convencida de que su punto de vista es correcto. Todos caemos algunas veces en estas defensas; llegan a ser patológicas sólo cuando toman una forma grave. Hemos tratado ya el desplazamiento y la sublimación. ¿Cuáles son los otros?
            *Represión. En una situación que produce ansiedad, una persona puede bloquear el acceso a la conciencia de ciertos impulsos o experiencias. Puede ser incapaz de recordar una experiencia penosa, ver un objeto o una persona de una determinada manera, puede no tener conocimiento de sentimientos que en otro tiempo había expresado libremente o puede estar incapacitado físicamente sin causa orgánica (como en el caso de un hombre sexualmente impotente con su mujer porque considera el impulso sexual agresivo y teme herirla).
            *Regresión. En situaciones que producen ansiedad, se puede retornar hacia formas de conducta de un período anterior para tratar de recuperar la seguridad que recordamos. Un niño puede reaccionar al nacimiento de un hermano orinándose en la cama y chupándose el pulgar, conductas que realizaba cuando era bebé. O después de la primera pelea matrimonial, una recién casada puede "ir a casa de mamá". Una vez que la crisis ha pasado la conducta inmadura desaparecerá probablemente, pero si esto se ha convertido ya en un patrón personal de respuesta, es posible que reaparezca ante el próximo conflicto.
            *Proyección. Una manera de tratar pensamientos y motivos inaceptables es proyectarlos o atribuirlos a otro. Así, Pedro hablará de lo mucho que le odia su hermana cuando el que odia es él. O un hombre puede acusar a su mujer de adulterio no porque le hubiera dado alguna razón para dudar de su fidelidad, sino porque él mismo se interesa por otras mujeres.
            *Formación reactiva. Cuando una persona siente que algunos de sus sentimientos son inaceptables (para ella misma), puede reemplazarlos por los opuestos. Una mujer que odia a su madre porque sintió que favorecía más a su hermana que a ella, proclama a grandes voces su amor, expresado con regalos extravagantes y detalles exagerados. Este tipo de mecanismo puede haber motivado la conducta de un economista de Tampa, Florida, que promulgó una protesta contra los libros de educación sexual en las bibliotecas públicas, porque decía que podrían pervertir la moral de los niños. Mientras se hallaba en medio de este intento de censura, el economista fue detenido por abusos deshonestos con una niña de ocho años y un adolescente, de lo cual se declaró culpable (ASJA; 1982). Este hombre puede muy bien haber reemplazado sus inaceptables instintos sexuales hacia los niños con lo que aparecía como opuesto, el deseo de mantener la inocencia de los niños y no exponerlos a libros sobre el sexo. ¿Cómo podemos distinguir una formación reactiva de la realidad? Normalmente por la compulsividad y el extremismo que tienden a marcar la formación reactiva. Cuando "alguien protesta demasiado", nos alerta del hecho de que las cosas pueden no ser lo que parecen.
            *Racionalización. Otra manera de resolver una situación difícil es justificar nuestra conducta pensando que la dificultad no existe. El zorro no quiere esas uvas que no alcanza porque están verdes. O quien mordiendo un limón agrio se felicita por haber escogido una fruta tan dulce. La universidad en la que no pudimos entrar a buen seguro no es tan divertida como aquella en la ahora estamos; el trabajo que no conseguimos hubiera sido un punto muerto para nosotros; el novio que perdimos podría habernos privado de conocer a la persona, mucho más valiosa, con la que salimos ahora.
            Se racionaliza también por otra razón, para sentirnos mejor cuando hacemos alguna cosa que uno siente que no debería haber realizado. Por ejemplo, cuando el empleado de unos almacenes comete un error a su favor, ¿se guarda usted el dinero, diciendo "la tienda ya me cobra demasiado otras veces, así que esto realmente me pertenece"? Si obra así, está racionalizando.

Desarrollo psicosexual. Según Freud (1905), la personalidad se desarrolla en una secuencia de cinco etapas y da comienzo en la infancia. Cuando de estas etapas reciben su nombre por las partes del cuerpo que son fuentes primarias de gratificación en cada fase. Esas partes del cuerpo son llamadas zonas erógenas. Una persona cuyas necesidades no fueron satisfechas en alguna etapa o que estuvo mimada excesivamente en algunas de ellas puede llegar a quedar fijada en una etapa particular. Aunque el orden de los cambios de la energía instintiva de una zona del cuerpo a otra es siempre el mismo, el nivel de madurez de un niño determina cuándo van a tener lugar estos cambios. Freud advirtió que la maduración de la personalidad de un individuo está muy determinada por las tres primeras etapas. Un elemento fundamental de su teoría es el concepto de la sexualidad infantil; el instinto sexual humano no aparece de repente en la pubertad, sino que ha estado presente desde el nacimiento, aunque los sentimientos sexuales de los bebés y niños pequeños son diferentes a los de los adolescentes y adultos.
            La etapa oral (del nacimiento a los 12-18 meses): la zona erógena es la boca, a través de la cual el bebé consigue placer con la comida, chupando y mordiendo. Succionando logra más que la simple obtención de nutrición para el cuerpo; es una fuente de placer en sí mismo. Una persona fijada en la etapa oral puede, de mayor, volverse tan crédulo que se tragará cualquier cosa, será una persona dependiente y sentirá el mismo placer en absorber conocimientos y adquirir posesiones que el que sentía de pequeño con la comida.
            La etapa anal (de 18 meses a los 3 años): suele comenzar la educación en el control de los esfínteres, ésta desplaza el interés infantil hacia la zona anal.
            Si los padres son muy estrictos en sus métodos, pueden surgir dos reacciones: retener las heces (estreñimiento) y desarrollar un carácter obstinado, o rebelarse (expulsar las heces o la orina en un momento inoportuno) y desarrollar rasgos de carácter destructivo (rabietas).
            La etapa fálica (de 3 a 6 años): esta etapa, que toma su nombre de la palabra falo, término utilizado para designar el pene, empieza cuando el niño obtiene placer en la región genital. Este punto es el momento en el que el niño puede descubrir la masturbación.
            De acuerdo con el complejo de Edipo, que aparece durante esta etapa, el niño prodiga amor y afecto a su madre compitiendo con su padre por el amor y el afecto hacia ella. Inconscientemente, el pequeño quiere ocupar el lugar del padre, pero, reconociendo el poder del padre, le teme. Como quiera que ha aprendido que las niñas pequeñas no tienen pene, concluye que alguien se lo debe haber cortado y teme que su padre, enfadado por su intento de usurpación, haga lo mismo con él. Eso se llama el complejo de castración. Con este temor, el niño reprime sus impulsos sexuales hacia su madre, deja de rivalizar con su padre y comienza a identificarse con él.
            El complejo de Electra es la contrapartida femenina al de Edipo. La niña se enamora de su padre y es ambivalente hacia su madre. Incluso teme a su madre porque cree que le cortó el pene que, a su parecer, ella y otras niñas tenían y ahora teme que su madre le hará cosas aún peores debido a la rivalidad por el afecto hacia el padre. Al mismo tiempo, ama a su madre y no quiere perder su amor. Así, reprime sus sentimientos ambivalentes y al final se identifica con su madre.
            Todo lo dicho guarda con la envidia de pene que la pequeña desarrolla en esta etapa, lo cual sólo puede resolverse cuando ya mayor dé a luz a un hijo, "quien trae consigo el pene deseado" (Freud, 1905) (Al parecer, la mujer que nunca tiene hijos o que sólo tiene hijas está condenada a sufrir envidia de pene toda su vida). Freud creyó que las niñas pequeñas nunca resuelven completamente la envidia de pene (presentando generalmente a las mujeres en una actitud envidiosa y sufriendo subestimación) y que, en cualquier caso, no resuelven esta etapa tan bien como los niños, manifestándose esto en un super ego menos desarrollado que el de los varones.
            A los 5 o 6 años los niños resuelven estos complejos cuando se dan cuenta de que los riesgos son demasiado grandes. Se identifican con el progenitor de su propio sexo e introducen las normas de los padres para desarrollar el super ego. La identificación con el padre o la madre ayuda a aliviar la ansiedad provocada por los complejos de Edipo y Electra. Este proceso es conocido como "identificación con el agresor". Freud creyó que la identificación con el padre o la madre no es siempre total y que todo el mundo continúa poseyendo algunas características del otro sexo. Creía también que los niños desarrollan el super ego más rápidamente que las niñas.
            La etapa de latencia (de los 6 años a la pubertad): es un período de relativa calma sexual. Los niños y niñas tienden a evitar al sexo opuesto, pero no son totalmente asexuales, pues existe cierto interés por la masturbación y las bromas orientadas hacia el sexo.
            La etapa genital (de la pubertad en adelante): tiene lugar por los cambios hormonales que acompañan a la pubertad, y marca la entrada a una sexualidad madura, en la cual la principal tarea psicosexual de la persona es entrar en relaciones heterosexuales con alguien ajeno a la familia.