I ENFOQUE PSICOANALÍTICO.
TEORÍA PSICOANALÍTICA CLÁSICA DE SIGMUND FREUD
(1856-1939)
El
teórico de la personalidad más famoso que el mundo ha conocido, Freud,
revolucionó la manera de entender el desarrollo de la personalidad. Muchos de
los términos que él acuñó han entrado en el vocabulario común; así, la mayoría
de nosotros hemos oído palabras como id (ello), ego (yo) super ego (super
yo), personalidad oral y anal, libido, envidia del pene, complejo de Edipo,
inconsciente y muchos otros. Echaremos una mirada a lo que estos y otros
términos significan en el contexto de la teoría freudiana.
Historia de la teoría freudiana. La vida de Freud se extendió a lo largo de la segunda mitad del siglo
XIX y gran parte de la primera mitad del XX, y legó un cambio permanente en la
manera de atender algunos conceptos básicos de la personalidad humana. En
algunos aspectos presentó una visión totalmente nueva de la mente humana,
mientras que en otros fue un producto de su propia educación y de la era
victoriana en la que vivió. Freud empezó su carrera en Viena, donde vivió
durante casi ochenta años. Médico privado, se interesó en el tratamiento de los
trastornos nerviosos. Primero probó la hipnosis, pero como obtuvo poco éxito
con ella, la abandonó. Continuado en la búsqueda de un mejor camino para ayudar
a sus pacientes, creyó finalmente encontrarlo en "la cura por la
palabra" que había aprendido del doctor Joseph Breuer, a través de la cual
los pacientes eran capaces de deshacerse de sus síntomas hablando de sus
experiencias y problemas. Freud desarrolló esta técnica dentro de que hoy
conocemos como psicoanálisis.
A medida
que Freud escuchaba a sus pacientes -la mayoría mujeres de mediana edad y de
clase media alta vienesa-, que le hablaban de sus problemas y le daban cuenta
de muchas de sus experiencias, empezó a ver emerger del discurso vías
significativas, como la influencia para toda la vida de las experiencias de la
primera infancia, la existencia e importancia de la sexualidad infantil, el
significado del contenido de los sueños, cómo nuestras vidas son gobernadas por
elementos fuertemente enraizados y de los cuales no somos conscientes.
Basándose en estas y otras conclusiones, formuló sus teorías, ilustrando a
veces sus puntos de vista con la descripción de casos clínicos.
El
consciente, el subconsciente y el inconsciente
A lo largo de su
vida, Freud definió el aparato psíquico de diversas maneras. La primera de
ellas fue el modelo topográfico, que lo dividía en consciente, subconsciente e
inconsciente. Posteriormente, este modelo fue sustituido por el modelo
estructural, que distinguía entre YO, ELLO y SUPERYO. En el modelo topográfico
las operaciones y contenidos mentales se describían en relación a la
conciencia.
Cualquier suceso
mental que ocurría fuera de la conciencia y que no podía hacerse consciente
mediante un esfuerzo de la atención, se consideraba perteneciente a otra región
más profunda de la mente: el inconsciente. Los sucesos que podían hacerse
conscientes mediante la atención se consideraban subconscientes. Todos aquellos
que se producían en un nivel consciente estaban localizados en la superficie de
la mente.
El consciente.
El sistema consciente es aquella región psíquica en la que las percepciones que
provienen del mundo exterior, del propio cuerpo o de la mente, se hacen
conscientes. La consciencia es, en términos generales, un hecho subjetivo que
puede comunicarse por el lenguaje y la conducta. Todo lo consciente es aceptado
y reconocido como propio por el sujeto en el momento presente, dirige la atención
y modula el comportamiento y la energía psíquica.
El
subconsciente. El sistema subconsciente consiste en todos aquellos sucesos,
procesos y contenidos mentales que son capaces de alcanzar o llegar a la
consciencia si se realiza un esfuerzo para concentrar la atención. Freud aplicó
el término subconsciente o preconsciente a los contenidos mentales capaces de
hacerse conscientes de forma fácil y bajo condiciones que se produzcan con
bastante frecuencia, lo que los diferencia de los contenidos inconscientes, que
muy difícilmente llegan a hacerse conscientes. Una de las funciones del
subconsciente es mantener una barrera represiva, que «censura» anhelos y
deseos, para evitar el desagrado, retrasar la descarga instintiva y lograr que
la energía mental concuerde con las demandas de la realidad exterior y los
principios o valores morales y éticos con que cuenta toda persona.
El inconsciente.
El inconsciente es la suma total de todos los contenidos mentales o procesos
que quedan fuera de la consciencia y que son incapaces de llegar a ella a causa
de una contrafuerza que es la censura o la represión. Estos contenidos mentales
inconscientes suelen ser impulsos o deseos que resultan, en cierto modo,
inaceptables, amenazadores o repugnantes para el sujeto desde el punto de vista
ético o intelectual; pese a la censura, estos contenidos pugnan por hacerse
conscientes, siendo permanentemente reprimidos; si llega un momento en que
surge el conflicto, se pueden desencadenar síntomas neuróticos.
Lo inconsciente
nunca puede llegar a hacerse consciente salvo en contadas excepciones: cuando
la censura está dominada por la aparición de síntomas psiconeuróticos; cuando
se relaja como en los estados de sueño, o cuando se la engaña.
Estructura de la personalidad. El id, el ego y el super ego son las tres diferentes estructuras de la
personalidad; cada una de ellas cumple una función diferente y se desarrolla en
distinta época (Freud, 1932). Estos tres componentes no están, por supuesto,
físicamente presentes en el cerebro, pero son fuerzas cuya existencia asume
Freud basándose en sus observaciones de la conducta de los individuos y de la
expresión de sus pensamientos y sentimientos.
El id
(ello en castellano) está presente ya al nacer. Está constituido por
necesidades tan básicas como el hambre, la sed y la sexualidad, a las cuales
Freud llamó instintos de vida, alimentados por una forma de energía
llamada libido. El instinto de vida es denominado eros, que es
también el nombre del dios griego del amor. El id contiene asimismo el instinto
de muerte (llamado thanatos), responsable de la agresividad y la
destrucción. El id demanda la gratificación inmediata. Opera mediante el
principio de placer, el cual persigue la inmediata gratificación de los
instintos. El bebé hambriento llora para ser alimentado; no le importa si su
madre está profundamente dormida o si su padre se está ocupando de su hermana
mayor; para el bebé, su necesidad es primordial y no parará en sus demandas
hasta que no estén saciadas.
Para
Freud estos instintos de vida y muerte son la base de todo
comportamiento humano a lo largo de toda la vida. Cada instinto consta de una necesidad
corporal (en el hambre, la necesidad es el déficit nutritivo) y un deseo
psicológico (deseo de comida). La necesidad da lugar al deseo, y el deseo
dirige la conducta.
No
siempre satisfacemos los instintos directamente; a veces usamos objetos
substitutivos; este proceso es conocido como desplazamiento. Es lo que
ocurre cuando reprime el deseo de gritar a su jefe, y entonces va a casa y grita
al primer miembro de la familia que tiene la mala suerte de tropezar con usted.
Cuando un desplazamiento produce un logro social valioso, se denomina sublimación.
Así, un bebé hambriento succionará un chupete cuando el pecho no esté a su
disposición, un niño, a quien han dicho que no se masturbe, jugará con piezas
de arquitectura, y Leonardo da Vinci pintará "madonnas", cuando lo
que realmente quería era sentirse cerca de su propia madre, de la cual había
sido separado en su infancia.
El ego
(yo, en castellano) se desarrolla poco después del nacimiento, cuando el niño
se da cuenta de que no todo lo que quiera lo obtendrá automáticamente y que
tendrá que buscar la manera de conseguirlo. Opera mediante el principio de
realidad, por el cual una persona idea un plan y entonces lleva a cabo
algún tipo de acción para ensayar ese plan y ver si está en el camino correcto.
Este proceso es conocido como la prueba de la realidad. Así, el bebé
gobernado por su ello llora en la cuna hasta que es alimentado; el pequeño que
gatea y está hambriento, guiado por su yo consigue llegar a la caja de
galletas. El ello (irracional e inconsciente) siente y expresa irracionalmente
la emoción; el yo (racional y consciente) piensa y actúa según el análisis de
la situación. El yo trata de encontrar una manera de gratificar al ello,
mientras sigue considerando la realidad.
El super
ego (super yo, en castellano), la última parte que se desarrolla de la
personalidad, aparece en la infancia. Opera mediante lo que podíamos llamar principio
de perfección. Representa los valores que los padres y otros componentes de
la sociedad comunican al niño como ideales. El super yo procura que el niño
interiorice los conceptos de bueno y malo para que pueda así controlar su
propia conducta de acuerdo a su propio criterio sobre si una situación es buena
o mala. El super ego está formado por el yo ideal (el "deber"
por el cual de nos aprueba, al cual aspiramos y del cual nos sentimos
orgullosos), y la conciencia ("lo que no debemos hacer",
aquello por lo que somos castigados y por lo que nos castigamos nosotros mismos
a través del sentimiento de culpa).
El super
ego es el amo moral del alma, el agente que trata de prevenir que el ello actúe
según sus impulsos, especialmente los sexuales y agresivos. Intenta distraer al
yo de su orientación realista y conducirlo hacia una orientación moralista. El
super ego está en oposición tanto del id como del ego, ya que es irracional
como el id, pero controlador como el ego. Es el verdadero aguafiestas: "Al
contrario que el ego, el super ego no pospone meramente la gratificación
instintiva, sino que trata de bloquearla permanentemente"(Hall y Lindzey,
1978, pág. 40). Si el super ego consigue demasiado éxito en sus demandas,
produce como resultado una personalidad rígida e inhibida. Si fracasa
totalmente surgirá en nosotros una personalidad antisocial.
Mecanismos de defensa del ego. Idealmente, las tres caras de la psique, el id, el ego y el super ego,
se hallan en estado de equilibrio unas con otras. Su interacción es dinámica y
las energías que entran en juego producen un feliz balance que capacita a una
persona a retener la espontaneidad del ello, la moral del super yo y la
racionalidad del yo. Sin embargo, cuando estas fuerzas están desequilibradas,
surge la ansiedad en el individuo. Para aliviar la presión, el yo a menudo pone
en marcha una o más defensas. Todos estos mecanismos de defensa
distorsionan la realidad para que el individuo pueda relacionarse con ella más
fácilmente. Aun más, son inconscientes, por lo que la persona no se da cuenta
de que ha tenido lugar una distorsión y está completamente convencida de que su
punto de vista es correcto. Todos caemos algunas veces en estas defensas;
llegan a ser patológicas sólo cuando toman una forma grave. Hemos tratado ya el
desplazamiento y la sublimación. ¿Cuáles son los otros?
*Represión.
En una situación que produce ansiedad, una persona puede bloquear el acceso a
la conciencia de ciertos impulsos o experiencias. Puede ser incapaz de recordar
una experiencia penosa, ver un objeto o una persona de una determinada manera,
puede no tener conocimiento de sentimientos que en otro tiempo había expresado
libremente o puede estar incapacitado físicamente sin causa orgánica (como en
el caso de un hombre sexualmente impotente con su mujer porque considera el
impulso sexual agresivo y teme herirla).
*Regresión.
En situaciones que producen ansiedad, se puede retornar hacia formas de
conducta de un período anterior para tratar de recuperar la seguridad que
recordamos. Un niño puede reaccionar al nacimiento de un hermano orinándose en
la cama y chupándose el pulgar, conductas que realizaba cuando era bebé. O
después de la primera pelea matrimonial, una recién casada puede "ir a
casa de mamá". Una vez que la crisis ha pasado la conducta inmadura
desaparecerá probablemente, pero si esto se ha convertido ya en un patrón
personal de respuesta, es posible que reaparezca ante el próximo conflicto.
*Proyección.
Una manera de tratar pensamientos y motivos inaceptables es proyectarlos o atribuirlos
a otro. Así, Pedro hablará de lo mucho que le odia su hermana cuando el que
odia es él. O un hombre puede acusar a su mujer de adulterio no porque le
hubiera dado alguna razón para dudar de su fidelidad, sino porque él mismo se
interesa por otras mujeres.
*Formación
reactiva. Cuando una persona siente que algunos de sus sentimientos son
inaceptables (para ella misma), puede reemplazarlos por los opuestos. Una mujer
que odia a su madre porque sintió que favorecía más a su hermana que a ella,
proclama a grandes voces su amor, expresado con regalos extravagantes y
detalles exagerados. Este tipo de mecanismo puede haber motivado la conducta de
un economista de Tampa, Florida, que promulgó una protesta contra los libros de
educación sexual en las bibliotecas públicas, porque decía que podrían
pervertir la moral de los niños. Mientras se hallaba en medio de este intento
de censura, el economista fue detenido por abusos deshonestos con una niña de
ocho años y un adolescente, de lo cual se declaró culpable (ASJA; 1982). Este
hombre puede muy bien haber reemplazado sus inaceptables instintos sexuales
hacia los niños con lo que aparecía como opuesto, el deseo de mantener la
inocencia de los niños y no exponerlos a libros sobre el sexo. ¿Cómo podemos
distinguir una formación reactiva de la realidad? Normalmente por la
compulsividad y el extremismo que tienden a marcar la formación reactiva.
Cuando "alguien protesta demasiado", nos alerta del hecho de que las
cosas pueden no ser lo que parecen.
*Racionalización.
Otra manera de resolver una situación difícil es justificar nuestra conducta
pensando que la dificultad no existe. El zorro no quiere esas uvas que no
alcanza porque están verdes. O quien mordiendo un limón agrio se felicita por
haber escogido una fruta tan dulce. La universidad en la que no pudimos entrar
a buen seguro no es tan divertida como aquella en la ahora estamos; el trabajo
que no conseguimos hubiera sido un punto muerto para nosotros; el novio que
perdimos podría habernos privado de conocer a la persona, mucho más valiosa,
con la que salimos ahora.
Se
racionaliza también por otra razón, para sentirnos mejor cuando hacemos alguna
cosa que uno siente que no debería haber realizado. Por ejemplo, cuando el
empleado de unos almacenes comete un error a su favor, ¿se guarda usted el
dinero, diciendo "la tienda ya me cobra demasiado otras veces, así que
esto realmente me pertenece"? Si obra así, está racionalizando.
Desarrollo psicosexual.
Según Freud (1905), la personalidad se desarrolla en una secuencia de cinco
etapas y da comienzo en la infancia. Cuando de estas etapas reciben su nombre
por las partes del cuerpo que son fuentes primarias de gratificación en cada
fase. Esas partes del cuerpo son llamadas zonas erógenas. Una persona
cuyas necesidades no fueron satisfechas en alguna etapa o que estuvo mimada
excesivamente en algunas de ellas puede llegar a quedar fijada en una
etapa particular. Aunque el orden de los cambios de la energía instintiva de
una zona del cuerpo a otra es siempre el mismo, el nivel de madurez de un niño
determina cuándo van a tener lugar estos cambios. Freud advirtió que la
maduración de la personalidad de un individuo está muy determinada por las tres
primeras etapas. Un elemento fundamental de su teoría es el concepto de la sexualidad
infantil; el instinto sexual humano no aparece de repente en la pubertad,
sino que ha estado presente desde el nacimiento, aunque los sentimientos
sexuales de los bebés y niños pequeños son diferentes a los de los adolescentes
y adultos.
La etapa
oral (del nacimiento a los 12-18 meses): la zona erógena es la boca,
a través de la cual el bebé consigue placer con la comida, chupando y
mordiendo. Succionando logra más que la simple obtención de nutrición para el
cuerpo; es una fuente de placer en sí mismo. Una persona fijada en la etapa
oral puede, de mayor, volverse tan crédulo que se tragará cualquier cosa, será
una persona dependiente y sentirá el mismo placer en absorber conocimientos y
adquirir posesiones que el que sentía de pequeño con la comida.
La etapa
anal (de 18 meses a los 3 años): suele comenzar la educación en el control
de los esfínteres, ésta desplaza el interés infantil hacia la zona anal.
Si los
padres son muy estrictos en sus métodos, pueden surgir dos reacciones: retener
las heces (estreñimiento) y desarrollar un carácter obstinado, o rebelarse
(expulsar las heces o la orina en un momento inoportuno) y desarrollar rasgos
de carácter destructivo (rabietas).
La etapa
fálica (de 3
a 6 años): esta etapa, que
toma su nombre de la palabra falo, término utilizado para designar el
pene, empieza cuando el niño obtiene placer en la región genital. Este
punto es el momento en el que el niño puede descubrir la masturbación.
De
acuerdo con el complejo de Edipo, que aparece durante esta etapa, el
niño prodiga amor y afecto a su madre compitiendo con su padre por el amor y el
afecto hacia ella. Inconscientemente, el pequeño quiere ocupar el lugar del
padre, pero, reconociendo el poder del padre, le teme. Como quiera que ha
aprendido que las niñas pequeñas no tienen pene, concluye que alguien se lo
debe haber cortado y teme que su padre, enfadado por su intento de usurpación,
haga lo mismo con él. Eso se llama el complejo de castración. Con este
temor, el niño reprime sus impulsos sexuales hacia su madre, deja de rivalizar
con su padre y comienza a identificarse con él.
El complejo
de Electra es la contrapartida femenina al de Edipo. La niña se enamora de
su padre y es ambivalente hacia su madre. Incluso teme a su madre porque cree
que le cortó el pene que, a su parecer, ella y otras niñas tenían y ahora teme
que su madre le hará cosas aún peores debido a la rivalidad por el afecto hacia
el padre. Al mismo tiempo, ama a su madre y no quiere perder su amor. Así,
reprime sus sentimientos ambivalentes y al final se identifica con su madre.
Todo lo
dicho guarda con la envidia de pene que la pequeña desarrolla en esta
etapa, lo cual sólo puede resolverse cuando ya mayor dé a luz a un hijo,
"quien trae consigo el pene deseado" (Freud, 1905) (Al parecer, la
mujer que nunca tiene hijos o que sólo tiene hijas está condenada a sufrir
envidia de pene toda su vida). Freud creyó que las niñas pequeñas nunca
resuelven completamente la envidia de pene (presentando generalmente a las
mujeres en una actitud envidiosa y sufriendo subestimación) y que, en cualquier
caso, no resuelven esta etapa tan bien como los niños, manifestándose esto en
un super ego menos desarrollado que el de los varones.
A los 5
o 6 años los niños resuelven estos complejos cuando se dan cuenta de que los
riesgos son demasiado grandes. Se identifican con el progenitor de su propio
sexo e introducen las normas de los padres para desarrollar el super ego. La
identificación con el padre o la madre ayuda a aliviar la ansiedad provocada
por los complejos de Edipo y Electra. Este proceso es conocido como
"identificación con el agresor". Freud creyó que la identificación
con el padre o la madre no es siempre total y que todo el mundo continúa
poseyendo algunas características del otro sexo. Creía también que los niños
desarrollan el super ego más rápidamente que las niñas.
La etapa
de latencia (de los 6 años a la pubertad): es un período de relativa calma
sexual. Los niños y niñas tienden a evitar al sexo opuesto, pero no son
totalmente asexuales, pues existe cierto interés por la masturbación y las
bromas orientadas hacia el sexo.
La etapa
genital (de la pubertad en adelante): tiene lugar por los cambios
hormonales que acompañan a la pubertad, y marca la entrada a una sexualidad
madura, en la cual la principal tarea psicosexual de la persona es entrar en
relaciones heterosexuales con alguien ajeno a la familia.
PSICOLOGÍA ANALÍTICA DE CARL JUNG (1875-1961).
Considerado
en un tiempo por Freud como su heredero en el trono, Jung, médico suizo, rompió
con Freud por razones personales e intelectuales. Las mayores diferencias
teóricas se refieren al rechazo de Jung de la sexualidad como el principal
determinante de la conducta, su convicción de que la vida está dirigida en su
mayor parte por las metas positivas y los objetivos que cada uno se establece y
no sólo por factores intelectuales reprimidos y su énfasis en el crecimiento y
el cambio a lo largo de la vida, en contraste con la creencia de Freud de que
la personalidad quedaba inalterablemente establecida ya en la infancia.
El
aspecto más controvertido de la teoría de Jung es su creencia mística en los
orígenes raciales o históricos de la personalidad. Defendió que las raíces de
la personalidad son muy anteriores al nacimiento del individuo, se remontan a
lo largo de generaciones, hasta la aurora de los orígenes de la especie humana.
De nuestros distantes antepasados heredamos una predisposición común que moldea
la manera de contemplar y responder a la vida. Nuestra personalidad está
racialmente determinada. Para conocer más acerca de la evolución de esta
personalidad racial o colectiva, Jung se dedicó al estudio de la mitología, la
religión y las primeras creencias y ritos, así como los sueños y las
manifestaciones neuróticas y psicóticas.
Jung
opinaba que la mente está constituida por el yo (la mente consciente),
el inconsciente personal (material reprimido u olvidado) y el inconsciente
colectivo (la parte de la mente derivada de los recuerdos ancestrales). El
inconsciente colectivo está formado por arquetipos, ideas emocionalmente
cargadas que unen los conceptos universales a la experiencia individual. Los
arquetipos pueden ser descritos como símbolos de temas comunes que se
encuentran a lo largo de generaciones y en todas las partes del mundo. Según
Jung, poseemos muchos arquetipos con los que hemos nacido y que influyen en
nuestra conducta. Por ejemplo, el arquetipo de la madre lo descubrimos
cuando el bebé percibe a su madre, no sólo por el tipo de mujer que es y las
experiencias que tiene de ella, sino también por el concepto preformado de
madre con el que nace. Otros arquetipos son la persona (la máscara
social que adoptamos), el anima (el arquetipo femenino en el hombre) y
el animus (el arquetipo masculino en la mujer). También tenemos
arquetipos para el nacimiento, la muerte, Dios, el niño, el viejo sabio y
otros.
Mucho
más aceptadas fueron las ideas de Jung sobre la persona introvertida
(orientada hacia su mundo interior subjetivo) y la persona extrovertida
(orientada hacia el mundo exterior objetivo). Una persona puede a menudo ser
descrita en uno de estos términos hasta aproximadamente la mitad de su vida,
cuando la otra mitad emerge del inconsciente personal. Jung consideró que la
transición en la mitad de la vida era importante también en otros aspectos.
Este es el momento de la vida, dijo Jung (1931), en que la persona quiere
quitarse la máscara que ha caracterizado su manera de relacionarse con al gente
hasta entonces, y quiere expresar los sentimientos y emociones que ha estado
reprimiendo hasta ese momento. Esto ayuda a explicar el fenómeno bien conocido
de que los varones se vuelven más cuidadosos y emocionalmente más expresivos a
mediana edad, mientras las mujeres se tornan más asertivas y orientadas hacia
un fin.
Como en
el trabajo de Freud, el de Jung es difícil de probar por medio de la
investigación y la experimentación. Aunque Jung no ha alcanzado el impacto de
su "maestro", su influencia llega más allá de lo que realmente se
reconoce. Fue Jung, por ejemplo, quien primero expresó el punto de vista
optimista que los humanistas ampliaron más tarde y fue él quien primero enunció
el concepto de la autorealización a través de la conducta dirigida a una meta.
Esta visión optimista de la persona aún subyace en las teorías humanistas. Además,
la expresión artística de las teorías de Jung puede ser contemplada en muchas
películas, obras de teatro y novelas contemporáneas y quizá en el movimiento
general hacia el misticismo que ha caracterizado muchos aspectos de la sociedad
contemporánea.
Médico vienés, como Freud, Adler también
rompió con él por sus diferencias respecto a la sexualidad y el papel del
inconsciente. Adler creyó que el individuo era primariamente social, no sexual,
que el estilo de vida que una persona elige determina cómo ha de satisfacer sus
necesidades sexuales y no al revés y qué es más importante explorar esa
conducta consciente y dirigida a una meta que la motivación inconsciente.
Aunque creyó que la naturaleza social del sujeto es innata, también mantuvo que
los tipos de experiencias sociales que uno tiene con los demás, especialmente
padres y hermanos durante la infancia, influyen en la manera de establecer sus
relaciones a lo largo de la vida.
Adler
acuñó el término complejo de inferioridad. Creía que los individuos,
algunas veces, tratan de equilibrar sus sentimientos de inferioridad,
compensándolos, desarrollando lo que llamó un complejo de superioridad.
Es posible que su interés en el tratamiento de los sentimientos de inferioridad
y la importancia de las experiencias provenga de su propia infancia enfermiza.
Como
fundador de la "psicología del individuo", Adler insistió en la
singularidad de los individuos. Con esta creencia fue el precursor de los
humanistas, ya que hizo hincapié en el concepto de estilo de vida
personal, que es el modo en que una persona lucha para vencer sus sentimientos
de inferioridad y desarrolla un sentido de autovaloración para llegar
finalmente a lo que los humanistas llamaron la "autorrealización" o
de "auto-actualización".
Adler ha
ejercido gran influencia por sus análisis sobre el efecto del orden de
nacimiento en la personalidad, por su énfasis en la influencia de los factores
sociales más que los sexuales y por su insistencia en la conducta consciente y
dirigida a una meta.
Como
Jung, Adler también ha considerado que la conducta se dirige hacia un propósito
concreto en vez de estar motivada por factores inconscientes. Creía en la
existencia de un sí mismo creador, un sistema personal que interpreta
las propias experiencias y busca cuáles le llenarán más. En vez de subrayar los
instintos básicos universales, Adler ha destacado la individualidad de la
personalidad, que empuja a cada individuo en una dirección diferente para
encontrar aquellas satisfacciones de la vida que le realizarán personalmente.
El
impulso más importante en la vida es, según Adler, el afán de superación, no
sobre otra gente, sino sobre el propio sentimiento de inferioridad, que
proviene inicialmente en el niño de la sensación de insuficiencia por la talla
pequeña y la falta de poder. El complejo de inferioridad impulsa a la persona a
superar aquellos primeros sentimientos de inferioridad y a lograr lo que
algunos teóricos, como Abrahán Maslow, llamarían más tarde
"auto-actualización".
KAREN HORNEY (1885-1952).
Horney, otra discípula de Freud que estuvo fuertemente
influenciada por él y del que después se distanció, era también doctora
especializada en psicoanálisis. Estaba convencida de que Freud sobreestimaba la
importancia de los factores biológicos en el desarrollo de la personalidad,
descuidando, en cambio, los factores sociales y culturales. Un ejemplo
particularmente significativo de ello fue la reacción de Horney al concepto
freudiano de la envidia de pene. Horney sostenía que cuando una mujer desea ser
varón no es por unos rasgos físicos que le gustaría poseer, sino por
"todas las ventajas y privilegios en que nuestra cultura son considerados
como masculinos, como la fuerza, el coraje, la independencia, el éxito, la
libertad sexual, el derecho a elegir compañero..." (1930).
Horney
(1945) atribuye la neurosis a la dificultad del niño para desenvolverse en un
mundo potencialmente hostil, lleno de factores adversos, como la dominación, la
indiferencia, la conducta irregular, la falta de respeto, los continuos cambios
en el cariño, admiración, responsabilidad, etc. Piensa que el niño ansioso
trata de desenvolverse en el mundo intentando satisfacer una o más de las diez
necesidades, que caracteriza como neuróticas porque las considera irracionales.
Esas necesidades van dirigidas a conseguir afecto y aprobación, a conseguir un
compañero que se haga cargo de la propia vida, a conseguir poder, prestigio,
logros personales, admiración personal, autosuficiencia e independencia,
perfección e inexpugnabilidad, la necesidad de explorar a los demás y la de
restringir la propia vida dentro de límites estrechos. Más tarde agrupó estas
necesidades en tres formas básicas de respuesta: acercamiento hacia la
gente (dependiendo de los otros), impulso en contra de los otros
(convirtiéndose en un ser hostil y rebelde) y alejamiento de la gente
(encerrarse dentro de sí mismo).
La mayor
diferencia entre la persona sana y la neurótica, dijo, es que el individuo sano
puede integrar estas actitudes, unas veces dándose a los demás, otras luchando
y otras aislándose, mientras que el neurótico está dirigido inflexiblemente en
una sola de estas direcciones, sea o no apropiada a las circunstancias.
TEORÍA PSICOSOCIAL DE ERIK H. ERIKSON (1902-1986).
E. H.
Erikson es un teórico psicoanalítico contemporáneo que nació en Dinamarca, pero
ha pasado la mayor parte de su vida en los EE.UU. Erikson ha continuado la
tradición de Freud de transformar las teorías originales para ponerse al día
con los cambios que impone el transcurso del tiempo.
La mayor
contribución de Erikson a la teoría de la personalidad consiste en subrayar el
conflicto entre los instintos innatos y las demandas sociales. Sostiene que la
cultura concreta en la que la persona crece determina cuáles serán los
conflictos. Esta teoría, que incorpora tanto aspectos psíquicos como sociales,
describe la maduración del individuo a través de ocho etapas a lo largo de su
vida. En cada etapa el individuo se enfrenta con una crisis, la resolución de
la cual puede tener un resultado positivo o negativo, dependiendo de la
habilidad de la persona para producir un equilibrio sano. Por ejemplo, en el
primer año de vida el niño debe desarrollar el nivel adecuado de confianza
(para que pueda establecer relaciones íntimas) y de desconfianza (para
protegerse en un mundo a veces hostil). Aunque los escritos principales de
Erikson (1959, 1963, 1968) se refieren a la infancia y la adolescencia,
continuó el pensamiento de Jung y Adler sobre el desarrollo adulto y extendió
sus etapas hasta la vejez.
ERICH FROMM (1900-1980).
Nacido
en Frankfurt, estudió en las Universidades de Heidelberg, Frankfurt y Munich.
Fue uno de los fundadores del "Instituto psicoanálitico" de
Frankfurt. Su interés por el marxismo, y especialmente por la concepción
marxista del hombre y la necesidad de superar el estado de alienación, lo
acercó a Horkheimer y a otros miembros del "Instituto de Investigación
Social", al punto que se cita a veces a Fromm como uno de los frankfurtianos"
(Escuela de Frankfurt). La posibilidad de acercar Freud a Marx y de
proporcionar bases psicológicas y filosófico-antropológicas al marxismo
parecían una base segura de cimentar la asociación de Fromm con el
"Instituto" mencionado. Sin embargo, tanto la formación,
principalmente religiosa y ética, de Fromm, como la interpretación que daba
Freud, lo alejaron de la Escuela de Frankfurt.
Contribuyó a ello, además su insistencia en aspectos psicológicos y
"existenciales" de Marx. Fromm ha declarado que su orientación
freudiana, aunque muy distinta de la "ortodoxa", sigue siendo
importante en su pensamiento, ya que sólo los conceptos del carácter humano
desarrollados por Freud permiten una adecuada comprensión del hombre
contemporáneo. Los análisis psicológicos de Fromm son a la vez existencialistas
y psicosociales. En una de sus más influyentes obras, Fromm ha mostrado que hay
varios mecanismos que inducen al hombre
a huir de la libertad. Esta huída es huída de sí mismo y una de las formas que
adopta el "instinto de muerte" freudiano. Fromm ha tomado muchos de
los hechos y problemas de la época contemporánea -el autoritarismo, el temor,
la soledad, el amor a sí mismo (y el amor de sí mismo)- y los ha sometido a los
que a veces se ha llamado "psicoanálisis humanístico". Ha subrayado
los aspectos sociales y morales de la práctica del psicoanálisis, especialmente
en la medida en que ha considerado que las enfermedades mentales tienen un
importante, si no predominante, carácter social y moral.
Erich Fromm
nació en Frankfurt, Alemania en 1900. Su padre era un hombre de negocios y más
bien colérico y con bastantes cambios de humor. Su madre estaba deprimida con
frecuencia.
Como Jung, Erich
provenía de una familia muy religiosa, en este caso de judíos ortodoxos. El
mismo se denominó más tarde un “místico ateo”.
En su
autobiografía, habla de dos eventos acontecidos en su adolescencia:
El primero tiene
que ver con una amiga de la familia de 25 años; era hermosa, atractiva y además
pintora. Casi siempre estaba en compañía de su padre viudo. Un día le llega la
noticia de que su padre había muerto e inmediatamente después ella se había
suicidado, dejando un testamento que estipulaba que su deseo era ser enterrada
al lado de su padre.
El joven Erich, en ese
momento con 12 años, se pregunta “¿por qué?”. Más tarde, encontraría algunas
respuestas en Freud.
El segundo
evento fue la Primera Guerra
Mundial. A la tierna edad de 14 años, pudo darse cuenta de hasta dónde podía
llegar el nacionalismo. El odio, la “histeria de guerra”, le asustó, como debía
pasar. Se encontró nuevamente queriendo comprender algo irracional (la
irracionalidad de las masas) y halló algunas respuestas, esta vez en los
escritos de Karl Marx.
Para finalizar
con la historia de Fromm, recibió su doctorado en Heidelberg en 1922 y empezó
su carrera como psicoterapeuta. Se mudó a los EEUU en 1934 (¡una época bastante
popular para abandonar Alemania!), estableciéndose en la ciudad de Nueva York,
donde conocería muchos de los otros grandes pensadores refugiados unidos allí,
incluyendo a Karen Horney, con quien tuvo un romance.
Cerca del final
de su carrera, se mudó a ciudad Méjico para enseñar. Murió en Suiza en 1980.
Tal y como se
sugiere en su biografía, la teoría de Fromm es más bien una combinación de
Freud y Marx. Por supuesto, Freud enfatizó sobre el inconsciente, los impulsos
biológicos, la represión y demás. En otras palabras, Freud postuló que nuestro
carácter estaba determinado por la biología. Por otro lado, Marx consideraba a
las personas como determinados por su sociedad y más especialmente por sus
sistemas económicos.
Fromm añadió a
estos dos sistemas bastante deterministas algo extraño a ellos: la idea de libertad.
Él animaba a las personas a trascender los determinismos que Freud y
Marx les atribuían. De hecho, Fromm hace de la libertad la característica
central de la naturaleza humana.
Un buen ejemplo
sería el determinismo casi puro de la biología animal, al igual que dice Freud,
por lo menos aquellas especies simples. Los animales no están ocupados en su
libertad; sus instintos se hacen cargo de todo.
Un buen ejemplo
de determinismo socio-económico (al igual que considera Marx), es la sociedad
tradicional de la Edad Media.
Si tu padre era un labrador, tú serías labrador. Si tu padre era rey, tú
también llegarías a serlo. No hay dudas, no hay motivo para la búsqueda de un
alma; simplemente nos adaptamos y nunca sufrimos una crisis de identidad.
Históricamente
hablando esta simple pero dura vida empieza a perfilarse durante el
Renacimiento, donde las personas empiezan a considerar a la humanidad como el
centro del universo, en vez de Dios. Después vino la Reforma , que introdujo la idea de
cada uno de nosotros éramos responsables individualmente de la salvación de
nuestra alma. Y luego sobrevinieron las revoluciones democráticas tales como la Revolución Americana y la Francesa. En este momento
parece que estamos supuestos a gobernarnos a nosotros mismos. Posteriormente
vino la Revolución
Industrial , de repente, nos convertimos en empleados y
consumidores. Luego vinieron las revoluciones socialistas tales como la rusa y
la china, que introdujeron la idea de la economía participativa. Además de ser
responsable de tu manutención, tenías que preocuparte de tus empleados.
Así, tras casi
500 años, la idea del individuo, con pensamientos, sentimientos, consciencia
moral, libertad y responsabilidad individuales, se estableció. Pero junto a la
individualidad vino el aislamiento, la alienación y la perplejidad. La libertad
es algo difícil de lograr y cuando la tenemos nos inclinamos a huir de ella.
Fromm describe
tres vías a través de las cuales escapamos de la libertad:
Autoritarismo.
Buscamos evitar la libertad al fusionarnos con otros, volviéndonos parte de un
sistema autoritario como la sociedad de la Edad Media. Hay dos formas de
acercarse a esta postura: una es someterse al poder de los otros, volviéndose
pasivo y complaciente. La otra es convertirse uno mismo en un autoritario. De
cualquiera de las dos formas, escapamos a una identidad separada.
Fromm se refiere
a la versión más extrema de autoritarismo como masoquismo y sadismo.
Destructividad.
Responden al dolor
volviéndolo en contra del mundo: si destruyo al mundo, ¿cómo puede hacerme
daño? Es este escape de la libertad lo que da cuenta de la podredumbre indiscriminada
de la vida (brutalidad, vandalismo, humillación, crimen, terrorismo…).
Fromm añade que
si el deseo de destrucción de una persona se ve bloqueado, entonces puede
redirigirlo hacia adentro de sí mismo. La forma más obvia de auto
destructividad es por supuesto, el suicidio. Pero también podemos incluir aquí
muchas enfermedades como la adicción a sustancias, alcoholismo o incluso la
tendencia al placer de entretenimientos pasivos.
Conformidad
autómata. Cuando necesitamos replegarnos, nos refugiamos en nuestra propia
cultura de masas. Cuando me visto en la mañana, ¡hay tantas decisiones que
tomar! Puedo fijarme en la TV
que, como un horóscopo, me dirá rápida y efectivamente qué hacer. Si hablo
como…, si pienso como…, si siento como…cualquier otro de mi sociedad, entonces
pasaré inadvertido; desapareceré en medio de la gente y no tendré la necesidad
de plantearme mi libertad o asumir cualquier responsabilidad. Es la contraparte
horizontal del autoritarismo.
La persona que
utiliza la conformidad autómata es como un camaleón social: asume el color de
su ambiente. Ya que se ve como el resto de los demás, ya no tiene que sentirse
solo. Desde luego no estará solo, pero tampoco es él mismo. El conformista
autómata experimenta una división entre sus genuinos sentimientos y los
disfraces que presenta al mundo.
De hecho, dado
que la “verdadera naturaleza” de la humanidad es la libertad, cualquiera de
estos escapes de la misma nos aliena de nosotros mismos. Como lo dice Fromm:
“El hombre nace como una extrañeza de la naturaleza; siendo parte de ella y al
mismo tiempo trascendiéndola. Él debe hallar principios de acción y de toma de
decisiones que reemplacen a los principios instintivos. Debe tener un marco
orientativo que le permita organizar una composición consistente del mundo como
condición de acciones consistentes. Debe luchar no sólo contra los peligros de
morir, pasar hambre y lesionarse, sino también de otro peligro específicamente
humano: el de volverse loco. En otras palabras, debe protegerse a sí mismo no
sólo del peligro de perder su vida, sino de perder su mente”
Familias
Escoger la forma
en la cual escapamos de la libertad tiene bastante que ver con el tipo de
familia en la que crecemos. Fromm describe dos tipos de familias no
productivas.
Familias
simbióticas. La simbiosis es la relación estrecha entre dos organismos que
no pueden vivir el uno sin el otro. En una familia simbiótica, algunos miembros
de la familia son “absorbidos” por otros miembros, de manera que no pueden
desarrollar completamente sus personalidades por sí mismos. El ejemplo más
obvio es el caso donde los padres “absorben” al hijo, de forma que la
personalidad del chico es simplemente un reflejo de los deseos de los padres.
En muchas sociedades tradicionales, este es el caso con muchos niños,
especialmente de las niñas.
El otro ejemplo
es el caso donde el niño “absorbe” a sus padres. En este caso, el niño domina o
manipula al padre, que existe esencialmente para servir al niño. Es bastante
común en la relación entre el hijo y su madre.
Familias
apartadas. De hecho, su principal característica es su gélida indiferencia
e incluso su odio helado. Aún cuando el estilo familiar de “repliegue” ha
estado siempre con nosotros, ha llegado sólo a dominar algunas sociedades en
los últimos pocos cientos de años; esto es, desde que la burguesía (la clase
comerciante) arribó a la escena con fuerza.
La versión
“fría” es la más antigua de las dos, propia del norte de Europa y partes de
Asia, y en todas aquellas partes donde los comerciantes han sido considerados
como una clase formidable. Los padres son muy exigentes con sus hijos, de los
cuales se espera que persigan los más altos estándares de vida. El castigo es
radical y frío, “por tu propio bien”. De forma alternante, una cultura puede utilizar
la culpa y la retirada de afecto como castigo. De cualquiera de las maneras,
los niños de estas culturas se tornan hacia el logro en cualquiera que sea la
noción de éxito que éstas posean.
El segundo tipo
de familias apartadas es la familia moderna, y se puede hallar en la mayoría de
los lugares más avanzados del mundo, de manera especial en EEUU. Los cambios en
las actitudes de la crianza infantil ha llevado a muchas personas a
estremecerse ante el hecho de un castigo físico y culpa en la educación de sus
hijos. La nueva idea es a criar a tus hijos como tus iguales. Un padre debe ser
el mejor “compi” de su hijo; la madre debe ser la mejor compañera de su hija.
Pero, en el proceso de controlar sus emociones, los padres se vuelven bastante
indiferentes. Ya no son, de hecho, verdaderos padres, sólo cohabitan con sus
hijos. Los hijos, ahora sin una auténtica guía adulta, se vuelven a sus colegas
y la “media” en busca de sus valores. Esta es, por tanto, ¡la superficial y
televisiva familia!
El escape de la
libertad es particularmente obvia aquí: es una conformidad autómata.
¿Qué hace a una
familia buena, sana y productiva? Fromm sugiere que ésta sería una familia
donde los padres asumen la responsabilidad de enseñar a sus hijos a razonar en
una atmósfera de amor. El crecer en este tipo de familias permite a los niños
aprender a identificar y valorar su libertad y a tomar responsabilidades por sí
mismos y finalmente por la sociedad como un todo.
El
inconsciente social
Pero nuestras
familias la mayoría de las veces sólo son un reflejo de nuestra sociedad y
cultura. Fromm enfatiza que embebemos de nuestra sociedad con la leche de
nuestra madre. Es tan cercana a nosotros que con frecuencia olvidamos que
nuestra sociedad es tan sólo una de las múltiples vías de lidiar con las
cuestiones de la vida. Muchas veces creemos que la manera en que hacemos las
cosas es la única forma; la forma natural. Lo hemos asumido tan bien que se ha
vuelto inconsciente (el inconsciente social). Por esta razón, en muchas
ocasiones creemos que estamos actuando en base a nuestro propio juicio, pero
sencillamente estamos siguiendo órdenes a las que estamos tan acostumbrados que
no las notamos como tales.
Fromm cree que
nuestro inconsciente social se entiende mejor cuando examinamos nuestros
sistemas económicos. De hecho, define, e incluso nombra, cinco tipos de
personalidad, las cuales llama orientaciones en términos económicos.
La
orientación receptiva. Estas son personas que esperan conseguir lo que
necesitan; si no lo consiguen de forma inmediata, esperan. Creen que todas las
cosas buenas y provisiones provienen del exterior de sí mismos. Este tipo es
más común en las poblaciones campesinas, y también en culturas que tienen
abundantes recursos naturales, de manera que no es necesario trabajar demasiado
fuerte para alcanzar el sustento propio. También es fácil encontrarlo en la
escala más inferior de cualquier sociedad: esclavos, siervos, familias de
empleados, trabajadores inmigrantes…todos ellos están a merced de otros.
Esta orientación
está asociada a familias simbióticas, especialmente donde los niños son
“absorbidos” por sus padres y con la forma masoquista (pasiva) de
autoritarismo. En su presentación extrema puede caracterizarse por adjetivos
como sumiso y anhelante. De forma más moderada, se presenta con adjetivos como
resignada y optimista.
La
orientación explotadora. Estas personas esperan conseguir lo que desean a
través de la explotación de otros. De hecho, las cosas tienen un valor mayor
cuanto sean tomadas de otros: la dicha es preferiblemente robada, las ideas
plagiadas, y el amor se consigue basándose en coerción. Este tipo es más común
en la historia de las aristocracias y en las clases altas de los imperios
coloniales. Piénsese por ejemplo en los ingleses en la India : su posición estaba basada
completamente en su poder para arrebatar a la población indígena. Alguna de sus
características más notables es la habilidad de mantenerse muy cómodos ¡dando
órdenes!. También la podemos encontrar en los bárbaros pastores y pueblos que
se apoyan en la invasión (como los Vikingos).
La orientación
explotadora está asociada al lado “chupóptero” en la familia simbiótica. En los
extremos, son sujetos agresivos, seductores y engreídos. Cuando están mezclados
con cualidades más sanas, son asertivos, orgullosos y cautivadores.
La
orientación acaparadora. Las personas que acumulan tienden a mantener
consigo esas cosas; reprimen. Consideran al mundo como posesiones y como
potenciales posesiones. Incluso los amados son personas para poseer, mantener o
comprar. Fromm, perfilando a Marx, relaciona este tipo de orientación con la
burguesía, la clase media comerciante, así como los terratenientes ricos y los
artistas. Lo asocia particularmente con la ética laboral protestante.
La retención está
asociada a las formas más frías de familias apartadas y con destructividad. En
su forma pura, significa que eres terco, tacaño y poco imaginativo. Si
perteneces a una forma menos extrema, serías resolutivo, económico y práctico.
La
orientación de venta. Esta orientación espera vender. El éxito es una
cuestión de cuán bien puedo venderme; de darme a conocer. Mi familia, mi
trabajo, mi escuela, mis ropas; todo es un anuncio, y debe estar “perfecto”.
Incluso el amor es pensado como una transacción.
Este tipo
moderno surge de la fría familia apartada, y tiende a utilizar la conformidad
autómata para escapar de la libertad. En un extremo, la persona “que se vende”
es oportunista, infantil, sin tacto. En casos más moderados, se perciben como
resueltos, juveniles y sociales. ¡Lo superficial lo es todo!.
La
orientación productiva. Existe, no obstante, una personalidad más sana, a
la que Fromm ocasionalmente se refiere como la persona que no lleva máscara.
Esta es la persona que sin evitar su naturaleza social y biológica, no se
aparta nunca de la libertad y la responsabilidad. Proviene de una familia que
ama sin sobresaturar al sujeto; que prefiere las razones a las reglas y la
libertad sobre la conformidad.
La sociedad que
permita un crecimiento de este tipo de personas no existe aún, lo llama socialismo
comunitario humanista, Humanista significa que está orientado a seres
humanos y no sobre otra entidad estatal superior o a algún ente divino.
Comunitario significa compuesto de pequeñas comunidades, como opuesto a un gran
gobierno central corporativo. Socialismo significa que cada uno es responsable
del bienestar del vecino.
Fromm dice que
las primeras cuatro orientaciones viven el modo o modelo de tenencia. Se
centran en el consumo, en obtener, en poseer…Se definen por lo que tienen.
Fromm dice que el “yo tengo” tiende a convertirse en el “ello me tiene”,
volviéndonos sujetos manejados por nuestras posesiones.
Del otro lado,
la orientación productiva vive en el modo vivencial. Lo que eres está
definido por tus acciones en el mundo. Vives sin máscara, viviendo la vida,
relacionándote con los demás, siendo tú mismo.
Dice que la
mayoría de las personas, ya acostumbradas al modo de tenencia, usan el verbo
tener para describir sus problemas: “Doctor, tengo un problema: tengo insomnio.
Aunque tengo una bonita casa, niños estupendos y un matrimonio feliz, tengo
muchas preocupaciones.” Este sujeto busca al terapeuta para que le quite las
cosas malas y que le deje las buenas; casi igual que pedirle a un cirujano que te
quite las piedras de tu vesícula. Lo que deberías decir es más como “estoy
confuso. Estoy felizmente casado, pero no puedo dormir…”. Al decir que tienes
un problema, estás evitando el hecho de que tú eres el problema; una vez más
estás evitando la responsabilidad de tu vida.
Orientación
|
Sociedad
|
Familia
|
Escape de la libertad
|
Receptivo
|
Sociedad campesina
|
Simbiótica (pasiva)
|
Autoritario
(masoquista)
|
Explotador
|
Sociedad aristocrática
|
Simbiótica (activa)
|
Autoritario (sádico)
|
Acaparadora
|
Sociedad burguesa
|
Apartada (puritana)
|
Perfeccionista a
destructivo
|
De venta
|
Sociedad moderna
|
Apartada (infantil)
|
Conformista autómata
|
Productiva
|
Socialismo Comunitario
Humanista
|
Amorosa y razonable
|
Libertad y
responsabilidad reconocida y aceptada
|
Maldad
Fromm siempre estuvo
interesado en tratar de comprender a las personas verdaderamente malévolas de
este mundo; no solamente a aquellas que sencillamente eran estúpidas, estaban
mal guiadas o enfermas, sino a aquellas con total conciencia de maldad en sus
actos, fuesen llevados a cabo como fuere.
Todas las
orientaciones que hemos mencionado, productivas y no productivas; sea en el
modo de tenencia o de ser, tienen una cosa en común: todas constituyen un
esfuerzo para vivir, están intentando adaptarse a la vida. Son, usando su
palabra, biófilos, amantes de la vida.
Pero existe otro
tipo de personas que él llama necrófilos (amantes de la muerte). Tienen
una atracción pasional de todo lo que es muerte, destrucción, podredumbre, y
enfermizo; es la pasión de transformar todo lo que está vivo en lo no-vivo; de
destruir por el solo hecho de destruir; el interés exclusivo en todo esto es
puramente mecánico. Es la pasión de “destrozar todas las estructuras
vivientes”.
Fromm hace
algunas sugerencias sobre cómo surge este tipo de sujetos. Dice que debe
existir algún tipo de influencia genética que les previene de sentir o
responder a los afectos. También añade que deben haber tenido una vida tan
llena de frustraciones que la persona se pasa el resto de su vida inmerso en la
rabia. Y finalmente, sugiere que deben haber crecido con una madre también
necrófila, de manera que el niño no ha tenido a nadie de quien recibir amor. Es
muy posible que la combinación de estos tres factores provoque esta conducta.
Aún así, subsiste la idea de que estos sujetos son plenamente conscientes de su
maldad y la mantienen. Desde luego, son sujetos que necesitan estudiarse más
profundamente.
Discusión
De alguna forma,
Fromm es una figura de transición, o si lo prefiere, un teórico que aúna otras
teorías; para nosotros, de forma eminente, une las teorías freudianas con las
neo-freudianas que hemos visto (especialmente a Adler y Horney) y las teorías
humanistas que discutiremos más adelante. De hecho, está cerca de ser un
existencialista.
Otro aspecto de su
teoría es único de él: su interés en las raíces económicas y culturales de la
personalidad. Nadie anterior ni posteriormente a él lo ha dicho de una forma
tan directa: nuestra personalidad es hasta una extensión considerable, un
reflejo de tales cuestiones como clase social, estatus minoritario, educación,
vocación, antecedentes religiosos y filosóficos y así sucesivamente. Esto se
puede deber a su asociación con el marxismo.
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